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Vol. 6. Núm. 6.
Páginas 329 (Noviembre - Diciembre 2010)
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In Memoriam
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Enrique Asensi
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José-Vicente Moreno Muelas
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Ha muerto Enrique Asensi. Un hombre de bien.

Ejemplo de persona hecha a sí misma, estudió la carrera trabajando en múltiples actividades para ayudar a costear sus estudios. Ya médico, se formó como especialista bajo la dirección del Dr. Pedro Barceló en el Hospital de Malalties Reumàtiques, que entonces se llamaba Centro Nacional de Lucha contra las Enfermedades Reumáticas. Tras ello, ejerció un tiempo de médico rural en un pueblo de Lleida, una experiencia que le marcó y de la que guardaba muy buenos recuerdos (en sus últimos años se retiró a vivir a ese mismo lugar en el que inició su carrera), pero su deseo de ejercer la especialidad pudo más y volvió a Barcelona, reintegrándose al hospital al que ya perteneció toda su vida. Fue Presidente de la Sociedad Española de Reumatología (por aclamación), de la Societat Catalana de Reumatologia, del Congreso ILAR-93, Jefe de Servicio del Hospital de Malalties Reumàtiques, autor o cofirmante de numerosas publicaciones científicas… pero no es mi intención elaborar un abultado e innecesario curriculum, sino hablar de la persona y del amigo que fue.

Le conocí en los primeros 80, cuando inicié mi especialidad. Enrique era entonces Jefe clínico y quiso la suerte que tuviésemos una estrecha relación. Con el paso de los años, cuando él ya era Jefe de servicio, yo fui su adjunto en la sala y, después, me encargué de la que había sido su consulta externa. Por ello, puedo decir que era uno de los médicos más queridos por sus pacientes que he conocido. Era cariñoso, les miraba a los ojos, les hablaba sin formalismos innecesarios, les sonreía, se interesaba por su vida… los enfermos se encontraban a gusto, se sentían queridos y en buenas manos. Y lo hacía porque le salía del alma, no por estrategias de manual.

Hombre accesible, siempre tenía para los que con él colaborábamos, sin distingo de cargo u ocupación, el apoyo necesario, una palabra de ánimo, un consejo (incluso personal). Cuando era preciso corregir algo, siempre lo indicaba de forma clara, pero deferente y sin estridencias. Creaba a su alrededor un ambiente distendido y relajado que hacía muy agradable el trabajo diario.

El apoyo a los especialistas jóvenes fue el motor de su actividad como Jefe de servicio, tanto en su periodo de formación como en su desarrollo profesional.

Al respecto, contaré una anécdota que describe bastante bien su personalidad y su forma de ser. Allá por los años 80 presentaba yo una ponencia en un congreso nacional, redactada junto a otro compañero (el también desaparecido Mariano Paso) que no podía asistir al evento. En ella nos atrevíamos a poner en entredicho la utilidad de la clasificación de Wright y Moll de las espondilartropatías (¿alguien se acuerda ya de ella?) y, por ende, sus criterios clasificatorios, lo que constituía para algunos una suerte de herejía. Además, en aquéllos años todavía coleaban viejas rencillas entre escuelas (especialmente las catalanas) que, aunque ya moribundas, se traducían a veces en vapuleos a algún tierno especialista, por parte de los pesos pesados de la escuela opositora. Ejemplos tremebundos corrían de boca en boca y yo estaba aterrorizado ante tal perspectiva. Enterado de mi desazón, Enrique me llamó a su despacho: «no te preocupes, Moreno, que yo estaré allí». Y allí estuvo. Y no sé qué hubiera hecho o dicho de haber sido yo desagradablemente interpelado. Sin embargo, no tenga ninguna duda el lector de que me hubiera sacado del apuro. Llegado el momento, desarrollé mi tema y nada sucedió: el Dr. Asensi estaba allí… ahora que ya no estás, ¿quién participará de nuestros temores e inseguridades?

En los últimos años, la pérdida en corto espacio de tiempo de seres muy queridos fue un golpe del que no se repuso y que contribuyó definitivamente a agravar su salud, a pesar del cariño y del cuidado que le dispensaron sus hijos, de manera que sus amigos ya no le veíamos con la frecuencia que hubiésemos deseado, hasta que nos sorprendió la noticia de su fallecimiento.

Se dice que las personas no mueren de verdad hasta el momento en que nadie las recuerda. En ese caso, Enrique, a ti te aguarda todavía una larga vida.

Ha muerto Enrique Asensi. Un hombre de bien.

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